La controversia sobre las macrogranjas está generando un intenso debate en todo el mundo. Hoy abordaremos este asunto con el mayor rigor posible.
La primera pregunta es, ¿qué son exactamente las macrogranjas? Son instalaciones de ganadería intensiva que acogen a miles de cabeza de ganado.
La legislación española limita las macrogranjas, permitiendo un máximo de 5.500 cabezas de ganado por explotación. Las comunidades autónomas tienen la posibilidad de ampliar ese número a 7.200.
Un cambio en el modelo productivo
En la actualidad conviven dos modelos de explotación ganadera, la extensiva y la intensiva. Mientras en la extensiva los animales se alimentan fundamentalmente de pastos al aire libre. En la intensiva los animales se alimentan de piensos al estar recluidos en naves industriales.
El modelo productivo ha ido cambiando en las últimas décadas. Hace años la mayoría de granjas estaba en manos de pequeñas explotaciones familiares. En la actualidad, las grandes empresas cárnicas son las propietarias del ganado y las instalaciones. En la mayoría de los casos estas mismas empresas son las que gestionan los mataderos donde se sacrifican a los animales. El objetivo no es otro que abaratar los costes de producción para conseguir el mayor beneficio posible.
El sector cárnico español, según la Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España (ANICE), está compuesto de cerca de 3.000 empresas y supone el 2,32% del PIB nacional. Sólo por detrás de la industria automovilística, la industria del petróleo y las empresas del sector eléctrico. Estas industrias dan empleo a cerca de 100.000 trabajadores. Hablamos por tanto, de un sector económicamente muy poderoso.
¿Qué consecuencias negativas tienen las macrogranjas?
Las consecuencias son esencialmente medioambientales, que a la larga, pueden provocar un problema de salud pública.
En un articulo publicado en The Conversation por Pablo Manzano y Agustín del Prado, investigadores del BC3 Basque Centre for Climate Change, afirman ” que una alta densidad de animales es problemática de gestionar por la elevada concentración de excretas (purines, estiércol) en poco espacio, especialmente si no existen suficientes tierras de cultivo a una distancia cercana donde poder hacer un abonado racional”.
El gran problema reside en la gestión de los residuos
Las grandes cantidades de excremento que producen las macrogranjas no pueden ser asimiladas por el entorno natural, con lo que se corre el riesgo de que esas sustancias se filtren ( entre ellos los nitratos) a acuíferos y aguas superficiales. Sólo en Cataluña 7 de cada 10 acuíferos están contaminados según los parámetros que establece la Unión Europea.
En Pozuelo (Albacete), donde hay instalada una granja con 4.000 cerdos, se ha registrado un de 45 miligramos de nitratos por litro de agua. Muy cerca del límite de 50, nivel en el que ese agua dejaría de considerarse potable.
Hay otro problema añadido a todo esto, que también afecta al cambio climático. Al incrementarse el consumo de carne a nivel mundial, son necesarias mayores superficies destinadas a producir pienso para la alimentación de estos animales. Esto está generando que muchas zonas forestales se estén arrasando para ser sustituidas por campos de cultivo destinados a la producción de pienso.
Según la FAO, cada año se pierden en el planeta 13.000 millones de hectáreas de superficie forestal por esta causa.
¿Cuánto ha crecido el consumo de carnes en los últimos años?
El incremento más significativo se ha dado en China. En los últimos 50 años ha pasado de producir 10 millones de toneladas de carne, a producir 80 millones de toneladas anualmente.
En España, se ha pasado de producir 1 millón de toneladas de carne en 1970 a 7 millones de toneladas en la actualidad. Un incremento, igualmente muy significativo.
Está tendencia de producción de carne es extensible a la mayoría de los países.
Este incremento en la producción de carne es debido, fundamentalmente, al crecimiento económico del planeta, pero no podemos obviar que esa subida de la producción de carne esta afectando a nuestro medio ambiente.
¿Existen diferencias reales entre la carne producida en ganadería intensiva con la producida en ganadería extensiva?
Las diferencia sobre sobre todo estriban en su perfil graso. Las carnes de macrogranjas presentan un perfil lipídico peor que las carnes que se producen de forma extensiva. Debido principalmente, a que los animales en macrogranjas se concentran en el interior de naves industriales sin tener espacio para ejercitarse.
La carne de animales de pasto, es decir, producidas en ganadería extensiva, presentaron valores mas altos de acido linolénico y ácidos grasos insaturados. Mientras presentaban valores menores de ácido palmítico y ácidos grasos saturados, constatando claramente un perfil graso mucho mejor. Y, por tanto, más saludable.
Otra cuestión es la característica organoléptica de dicha carne (sabor, textura, color) que depende del criterio de cada consumidor.
¿Existe este debate sobre las macrogranjas en otros países europeos?
Gracias a la organizaciones ecologistas este es un debate que se está generando en casi todos los países.
En Alemania, la llegada de los ecologista al gobierno federal ha puesto el debate encima de la mesa.
En Francia, según un sondeo realizado por Ifop, el 82% de los franceses sería partidario de acabar con la ganadería y la cría industrial de animales para el consumo.
Algunos ayuntamientos italianos han llevado el caso de las macrogranjas a los tribunales. Este es el caso del pequeño municipio de San Cassiano que lleva años luchando contra el asentamiento de una granja intensiva de pollos en su municipio.
Las organizaciones ecologistas del Reino Unido, Human Being, Animal Aid o Viva llevan años luchando contra esta forma de producción cárnica.
A este debate medio ambiental, hay que sumarle el debate sobre el maltrato animal de los animales criados en granjas intensivas, que ha hecho que algunos países legislen al respecto.
Conclusión
El incremento en la producción de carne ha conseguido que el consumo de carne se expanda entre la población.
Pero ese incremento ha sido a costa de un gran impacto medio ambiental.
Urge, pues, una legislación clara y específica para este tipo de producción ganadera. En ella, se debe garantizar un desarrollo más sostenible.
A nivel nutricional, tenemos alternativas saludables. El consumo de proteínas de origen vegetal.
En este sentido, juegan un papel fundamental las legumbres.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado a la carne procesada como “carcinógena para los humanos” y la carne roja como “probablemente carcinógena para los humanos”.
El consumo excesivo de carne, en combinación con otros factores como la falta de ejercicio físico, contribuye a deteriorar nuestra salud, generando sobrepeso, obesidad, diabetes tipo II y enfermedades cardiovasculares.